Al episodio también se lo conoció como incidente
Acevedo-Moya. Ocurrió entre Viedma y Bahía Blanca el 23 de septiembre de 197 8
y fue protagonizado por el fallecido empresario Carlos Acevedo Ramírez (piloto)
y Miguel Ángel Moya (navegante), ambos chilenos. Ese día ambos circulaban a
bordo de su automóvil Citroën GS 1220, señalado con el número 102, en dirección
a Bahía Blanca”.
Al salir de Viedma, los corredores se dirigían a Bahía
Blanca a una velocidad aproximada de 140 kilómetros por hora. Fue entonces que,
en un punto desolado de la ruta, Moya observó por el espejo retrovisor una potente
luz que no era la de su auto. Creyó que se trataba de otro automóvil, pero
detectó que la luz se aproximaba a unos 300 kilómetros por hora. Se lo advirtió
a su compañrro, que también la observó e intentó maniobrar para dejar pasar al
supuesto vehículo. Pero de inmediato se dio cuenta de que le era imposible
manejar el auto, que parecía no responder a su comando. Vio que la luz se hacía
potentísima y por la luneta trasera del Citroën todo se inundaba con una
tonalidad amarillenta con reflejos violáceos.
Lo que ocurrió después se lo contaron los propios pilotos a
los periodistas del diario Crónica que acompañaban el recorrido del rally por
toda Latinoamérica: “Nos vimos suspendidos en el aire a unos cuatro metros del
suelo, envueltos en una intensa luz”. En ese momento, ambos protagonistas
experimentaron una rara y extraña sensación que no pudieron precisar, salvo que
ese tiempo en que se sintieron suspendidos les pareció “una eternidad”. “Poco
después la luz se fue haciendo menos intensa y parecía que estu viéramos
bajando en forma vertical”, les narró Moya a los cronistas.
Regreso a la tierra
Cuando descendieron, advirtieron que no estaban sobre el
pavimento, sino sobre la tierra, en la banquina derecha, mientras el ovni
desaparecía en el horizonte en dirección al norte. Las crónicas de la época
cuentan que piloto y copiloto revisaron el auto y, después de comprobar que
estaba en condiciones, volvieron a encender el motor y prosiguieron su camino.
Al llegar a Pedro Luro, unos veinte kilómetros más adelante de donde los “había
dejado el ovni”, pararon en una estación de servicio en la que había un
policía. “Al relatar lo que nos había sucedido –explicó Moya–, nos aclararon
que por esa zona varias personas habían pasado por situaciones similares”. Lo
que les produjo una tremenda conmoción fue descubrir que “el tanque de nafta
auxiliar del auto estaba totalmente vacío, cuando debería haber estado lleno, y
el cuentakilómetros del vehículo carecía de registro de esos setenta kilómetros
en que fuimos suspendidos”. Es decir, durante un minuto viajaron a cuatro mil
doscientos kilómetros por hora.
El Citroen que corría un rally, en Bahía Blanca, y fue elevado por un ovni, en el año 1978 |
Los expedientes X del caso
Desde ese 2012, la investigadora Silvia Pérez Simondini
venía teniendo contactos con Daniel Lecomte, un vecino de una localidad
próxima. El hombre, entusiasta del tema, tenía en su poder una serie de
expedientes de la Policía Bonaerense que fueron sacados, literalmente, de un
enorme montículo de basura, listo para ser quemado. La pequeña caja repleta de
papeles constituye un pequeño tesoro, ya que guarda los partes policiales, las
fotos y los testimonios de lo ocurrido. Ahora todo el material está siendo
estudiado por el equipo de Simondini con el objetivo de aclarar el caso.