El caso ¨Trancas¨ fue uno de los hitos más importantes en la
historia de la Ovnilogía.
Se trata de un episodio que ha sido considerado como un caso
incuestionable y con una prueba irrefutable dentro del voluminoso y extraño
legajo del tema OVNIS. Quizás –también se ha dicho– uno de los hechos más
excepcionales del historial del problema OVNI, debido a la cantidad y calidad
testimonial, la prolongada visualización y el hallazgo de residuos físicos en
el área, constituyendo la más poderosa evidencia a favor de los fenómenos
inusuales de este tipo. Ocurrido en Argentina a principio de la década de los
´60, el caso ¨Trancas¨ se convirtió en un superclásico de la ufología mundial.
LOS HECHOS
El lunes 21 de octubre de 1963, las jóvenes de nombre Argentina Moreno (28) y Jolié
Moreno (21), con sus pequeños hijos Victoria, Nancy y Guillermo, llegaron desde
la ciudad de Rosario –donde residían– a San Miguel de Tucumán, y de ahí
viajaron hasta la finca “Santa Teresa” en Villa de Trancas, donde se reunirían
con sus padres, Antonio (72) y Teresa (63), y su otra hermana, Yolanda (30).
Un motivo de esta visita era que sus maridos, ambos
oficiales del Ejército, debían participar en unas importantes maniobras
militares previstas para esos días, y en la madrugada partirían en tren desde
Tucumán a Salta, pasando por Trancas.
Cenaron muy temprano y, exhaustos por el viaje, todos se
fueron a descansar a sus habitaciones. Cerca de las 21 horas, la doméstica Dora
Guzmán (15), que se hallaba en los fondos de la vivienda, aparece una y otra
vez insistiendo en que veía luces sobre el terraplén del ferrocarril, situado a
200 metros al frente de la finca.
Los padres dormían, Argentina seguía atenta a su lectura y
Jolié le restó importancia, pues debía darle el biberón a su hijo Guillermo, de
cuatro meses. Yolanda, en tanto, pensó al escucharla que sería un ómnibus.
Finalmente, Dora persuade a las hermanas para que verifiquen
la presencia de esas “luces raras” que estaba viendo. Se trataba de un conjunto
de cinco luces, distantes entre sí a no menos de 100 metros, tres al frente y
dos un poco más al norte (noreste). Se encendían y apagaban con cierta
intermitencia, arrojando haces lumínicos en distintas direcciones, iluminando
incluso la finca (vivienda, gallinero).Pero nadie le dio importancia. Unos 20
minutos después regresó decidida a dejar la cocina como estaba y manifestando
su deseo de irse a dormir a las habitaciones de la familia, porque tenía miedo.
En tales circunstancias, Jolié opta por salir a ver qué pasa, pero nada ocurre.
De modo que entra a la vivienda, prepara y le da el biberón a su bebé, quien
continúa durmiendo. Al momento Dora retorna desesperada, expresando que las
luces eran ahora mucho más intensas. Nuevamente se levantó tomando un abrigo
con la intención de permanecer un rato afuera y ver qué ocurría en las vías del
ferrocarril, las cuales estaban rodeadas de moreras y gran cantidad de
arbustos.
TESTIMONIO DE JOLIÉ DEL VALLE MORENO DE COLOTTI
Nació: Trancas, provincia de Tucumán, 17 de abril de 1940.
Estudios: Secundarios en el Colegio Sagrado Corazón hasta
tercer año, luego Liceo de Señoritas R. Escalada de S. M.
Jolié había decidido con su hermana Argentina ir a descansar
unos días al campo, a la finca Santa Teresa, que sus padres poseen en la
localidad tucumana de Trancas, al norte de la provincia. Así que viajó desde
Rosario, SF, donde estaba residiendo, junto con su hermana, los dos pequeños
hijos de ésta y el suyo, Guillermo, de apenas cuatro meses. Arribaron a S. M.
de Tucumán el día 21, y desde allí se trasladaron a la finca en automóvil, en
compañía de sus padres, Antonio Moreno (72) y Teresa Kairuz de Moreno (63).
Al atardecer no les fue posible poner en funcionamiento el
equipo de luz, pues el motor a gasoil del tambo (instalado cinco años antes) se
encontraba averiado, y ninguna conocía el sistema. Cenaron temprano y se fueron
a descansar, después de un día agotador, cada una con su lámpara para leer un
rato antes de dormir. Sin embargo, Jolié debía quedar despierta porque su hijo
tenía que tomar el biberón a las 21 horas.
Momentos después, aparece la mucama Dora Guzmán diciendo que
no iría a lavar la vajilla esa noche porque tenía miedo. Su otra hermana,
Yolanda Moreno, le inquiere a la empleada doméstica cómo era posible si se ha
criado en el campo, a lo que Dora le replica afirmando que hay luces raras.
Pero nadie le dio importancia. Unos 20 minutos después regresó decidida a dejar
la cocina como estaba y manifestando su deseo de irse a dormir a las
habitaciones de la familia, porque tenía miedo. En tales circunstancias, Jolié
opta por salir a ver qué pasa, pero nada ocurre. De modo que entra a la
vivienda, prepara y le da el biberón a su bebé, quien continúa durmiendo. Al
momento Dora retorna desesperada, expresando que las luces eran ahora mucho más
intensas. Nuevamente se levantó tomando un abrigo con la intención de
permanecer un rato afuera y ver qué ocurría en las vías del ferrocarril, las
cuales estaban rodeadas de moreras y gran cantidad de arbustos.
Era una noche algo fresca y sumamente oscura. No veía nada
inusual, cuando de pronto advierte sobre “personas”. A la distancia sólo nota las
siluetas de gente que camina, siluetas de semejanza humana. Diez o 20. “Parecía
gente que caminaba a paso normal, simplemente. Era como ver gente maniobrando
en algo, caminando, a 200 metros, justo al frente, como si se desplazara dentro
de la luz; se veían siluetas nada más”, afirma Jolié.
las vías como un tubo de luz
fluorescente por donde transitan
Frente de la finca Santa Teresa, Trancas Tucumán |
Piensa de inmediato que esas eran las luces vistas por Dora,
pero la doméstica le expresa que había visto otras. “No, ésa es la cuadrilla
del ferrocarril –le responde Jolié–, debe ser que alguna vaca que atropelló el
tren está siendo sacada de las vías”.
Las asustadas mujeres sospecharon que podría tratarse de un
accidente ferroviario (es frecuente que el tren se lleve por delante algún
vacuno), o que podría ser una escuadrilla de operarios reparando las vías, pues
a unos 500 metros, o más, hacia el norte, visualizaron unas siluetas humanas
desplazándose en torno a los reflectores.
Creyendo una cosa así, regresan a la casa y le comenta a
Yolanda la novedad, quien desea salir muy dispuesta a unírseles y comprobar lo
que ocurría. Yolanda se ve entonces sorprendida por la potencia de la luz de la
supuesta cuadrilla del ferrocarril, pero resuelve regresar en silencio, pues
sus padres dormían, y pedirle a Argentina que cuidara de su niño, porque
querían ir hasta las vías pensando que se trataba de un accidente.
El temor fue mayúsculo cuando Yolanda mencionó la
posibilidad de que podrían ser guerrilleros haciendo un sabotaje (levantando
las vías o colocando una bomba), recordando los episodios de la incipiente
guerrilla rural de Taco Ralo, al sur de Tucumán, hacia fines de 1962. Siendo
que los maridos de Argentina y Jolié pasarían por allí en cuestión de horas en
un tren militar y, además, ellas se encontraban solas, su padre enfermo y sus
pequeños hijos desprotegidos.
Creyendo una cosa así, regresan a la casa y le comenta a
Yolanda la novedad, quien desea salir muy dispuesta a unírseles y comprobar lo
que ocurría. Yolanda se ve entonces sorprendida por la potencia de la luz de la
supuesta cuadrilla del ferrocarril, pero resuelve regresar en silencio, pues
sus padres dormían, y pedirle a Argentina que cuidara de su niño, porque
querían ir hasta las vías pensando que se trataba de un accidente.
Argentina les ruega que no vayan, convencida que se trata de
un sabotaje y que estarían colocando algún explosivo en las vías. A raíz de
ello, Yolanda habría sacado un revólver Colt 38 que tenía debajo de la cama y
una linterna, saliendo al patio con la intención de dirigirse por el camino de
acceso a la finca, donde hay un portón.
Entre corridas y encierros, deciden salir para observar
mejor, cuando ven una tenue luminosidad verdosa y, pensando que era la
camioneta conducida por un peón que trabaja en la finca, van hacia la
tranquera.
Cuando las tres se fueron aproximando, notaron una luz
verdosa que pensaron se trataría de la luz de posición de la camioneta pick-up
que tenía la familia, conducida por un peón, Huanta, y que empleaba para llevar
los elementos rurales al pueblo. Dora dice “ahí está Huanta, le voy a abrir el
portón”. Casi al decir eso, estaban sobre la tranquera. Yolanda enciende la
linterna en dirección a la misma para abrirla, cuando advierten que la
camioneta no era tal. A unos ocho metros de ellas, La respuesta que se obtiene
al encender la linterna es un fuerte haz de luz, produciendo tal conmoción que
las voltea como un chorro de agua, arrojándolas al suelo.
La doméstica, que estaba más adelantada dispuesta a abrir la
tranquera, o portón, siente repentinamente una quemazón en el rostro.
Aquel haz de luz las encandiló, pudiendo notar por un
instante que había un aparato, de 8x3 metros aprox. provisto de una torreta, y
con gajos y grandes remaches dispuestos en su superficie. El impacto fue tal,
que Yolanda trastabilló, tropezó, y en segundos estaban refugiadas nuevamente
dentro de la casa.
El extraño aparato con gajos remachados y una niebla |
Jolié señala: “Nosotras lo único que alcanzamos a ver en ese
momento fue la parte de arriba del aparato, metálico, con gajos remachados,
dándome la impresión de que era un remache hecho por el hombre, es decir, por
las manos humanas. Y de abajo no se podía ver absolutamente nada porque salía
niebla, como un humo”.
El aparato descrito por Jolié daba la sensación de
balancearse casi a ras del suelo, aunque no se veía nada debido a la abundante
niebla, tanta que impregnó los árboles de un fino polvillo.
Más adelante insiste: “Tenía seis gajos y seis tirantes. Ésa
fue mi primera impresión. Hecho por la mano del hombre. Los distinguimos cuando
encendimos la luz. Después lo vimos más. En esa fracción de segundos fue cuando
vimos los gajos”.
La reacción de las mujeres no se hizo esperar. Salieron
corriendo, introduciéndose en la casa donde estaba Argentina, la segundogénita,
quien a los gritos alertó estar rodeados de platos voladores. Fue entonces
cuando desde el interior pudieron notar en el aparato una suerte de serpentina
de colores (verde, anaranjado, rojo), a modo de muchas ventanillas, girando
velozmente. La testigo calcula que tendría unos ocho o diez metros de diámetro
con forma de sopera invertida, aunque lo único que se veía eran las luces y la
niebla.
Siguiendo el relato de Jolié, este aparato estuvo allí
lanzando haces de luz hacia la casa, sin darse cuenta cómo las lámparas que
tenían encendidas iluminaron con tanta intensidad el interior de la vivienda.
“Todos los objetos tenían su haz de luz, todos iluminaban como si fueran
reflectores que necesitaban analizar la casa como si una inteligencia los
estuviera dirigiendo”, según Jolié.
Posición de los objetos señalados con letras |
La testigo no puede precisar la cantidad de tubos de luz que
salía de cada objeto. Estaba desesperada y sus hijas, aterradas, corrían por
las habitaciones. La desesperación del padre, Antonio, por querer abrir la
puerta y lanzarse hacia uno de los aparatos, pese a su robustez, era impedida
por su familia.
Cuando se puso en movimiento la máquina que se hallaba en el
jardín, a pocos metros de la casa, en la oscuridad, lanzó un haz de luz que
hizo un giro de 180 grados, dando la impresión de haber sido “una señal de
ajuste de cinco aparatos que estaban sobre la vía”.
El pequeño Güilli y los niños de Argentina habían
transpirado profusamente, sin despertarse. Hacía un calor insoportable dentro
de la casa. Se percibía un leve zumbido, pero con el barullo y la
desesperación, no se escuchaba.
Luego de aquel giro del haz luminoso, empezaron a
desplazarse todos juntos. “Se alejaron –dice Jolié– respetando los accidentes
del terreno, su geografía, en forma rasante”, hasta perderse hacia las Sierras
de Medina, situadas al frente de la finca, quedando un fuerte resplandor en el
cielo. Como las Sierras son muy altas –deduce–, han tenido que elevarse para
sobrepasar esa zona, pero siempre en vuelo rasante.
En ese momento, detrás de la casa, hacia la zona donde hay
montes (esto es, en dirección aproximada a San Pedro de Colalao), salió otro
aparato más que no había visto hasta entonces, alejándose por un camino lateral
a la finca, paulatinamente, iluminando el terreno.
Notó que su hermana Yolanda tenía los cabellos impregnados
de una suerte de niebla blanca que le resultó extraña. Luego de lo ocurrido fue
a buscar al vecino Acosta, pues su casa está muy cerca de las vías, pero estaba
profundamente dormido, al igual que sus perros. Empero, alcanzó a notar el
ambiente iluminado.
Posteriormente Jolié pudo comprobar, al igual que los demás,
la existencia de algunos residuos, como bolitas que se deshacían en forma de
cenizas al presionarlas suavemente.
Dibujo del objeto ¨F¨ realizado por Jolie Moreno |
Luego, corrieron hacia los vecinos para avisarles del
acontecimiento, pero son muy pocos los que vieron algo. El vecino lindero
Francisco Tropiano alcanzó a ver pasadas las 22 horas muy iluminado el sector
este del lugar, al frente de su finca.
Nadie durmió esa noche en lo de Moreno. Por la mañana Jolié
fue a la estación ferroviaria rogando enviar un telegrama a su hermano Antonio
(h), que vivía en San Miguel de Tucumán a raíz del episodio. Cuando recibió el
mensaje –debido al procedimiento–, ya lo sabía gran cantidad de personas.
Incluido el periodismo, que pronto se hizo presente. Luego, se solicitó la
intervención de la policía, que labrando un acta, custodiando el lugar durante
días, sin novedades, y requiriendo al Instituto de Ingeniería Química de la
Universidad de Tucumán que examinara el polvillo blanco hallado en el sitio
donde fueron observadas las luces, resultando ser carbonato de calcio con
impurezas de carbonato de potasio.
TESTIMONIO DE YOLANDA MORENO EBAICH
Nació: Trancas, provincia de Tucumán, 30 de octubre de 1925.
Estudios: Profesora de inglés y de corte y confección.
Yolanda Moreno 25 años después del incidente |
En cierto momento, la doméstica Dora Martina Guzmán apareció
en las habitaciones exclamando muy temerosa –tal es su personalidad– que había
unas luces afuera cuyo origen desconocía, aunque supone que estarían buscando a
alguien. Yolanda cree que podría tratarse de un ómnibus de la empresa donde se
desempeña su hermano Antonio, pero ya hacía un par de horas que pasó el último,
y le resta importancia al episodio.
Dora lloraba en la cocina e insistía con sus observaciones.
Finalmente, Yolanda decide salir de la habitación y dirigirse por detrás de la
vivienda pensando que por algún problema vienen a buscar a su hermano, ausente
en esos momentos. La puerta del frente se encontraba cerrada siempre por
seguridad. Entonces miró hacia las vías, distantes unos 200 metros, notando la
presencia de dos luces.
Se veía entre medio de ellas cruzar unos cuerpos de aspecto
humano (11, 12 ó 14). Pensó que eran operarios de la cuadrilla ferroviaria, que
estarían reparando algún desperfecto vial, de noche, para evitar accidentes.
Luego descartó esta posibilidad, sin saber por qué. La noche estaba muy oscura,
no había Luna visible y la temperatura era cálida.
“Yo he visto bultos de personas que se cruzaban –dice–, las
observé durante más de diez minutos, cuando la muchacha me pidió ir a ver las
luces en la vía; caminaban permanentemente, eran como personas normales que las
ve a 200 metros. Pensaba que transitaban observando las vías, porque se veía
movimiento entre ellas, un andar algo lento, pero sin dificultad”. Alertados
por Yolanda, todos pudieron ser testigos de las siluetas.
Habían empezado a transpirar y a toser “como si un humito de
azufre nos ahogara”, dice. Afuera escuchaba un “ruido raro, como de un taller,
así se escuchaba de los aparatos”, afirma Yolanda. Aunque antes que se hiciera
de noche, había empezado a escuchar un sonido semejante a una cedilla oscilante
que le llamó la atención, pero como entonces se hablaba de nuevos aviones,
pensó que de eso se trataba.
Volvió a la casa y regresó con Dora provista de una linterna
grande y un revólver 38 largo (n. del a: el detalle del arma no aparece en
ninguna de las versiones de la época, que sólo citan la linterna). Jolié
también había salido, pero regresó con miedo pensando que irían a secuestrar a
los niños.
Lugar donde se vieron las luces frente a la finca |
Respecto a las siluetas humanas, más distantes, señala: “Las
dejé de ver cuando nos han enceguecido. ¡Qué vamos a ver ya, con los
reflectores en los ojos, con la desesperación de todos…!”, exclama.
“Yo también tambaleé al prender la luz y enceguecerme, he
tambaleado, como si tuviera un poder; puse la mano en el suelo y me levanté,
sin alcanzar a caerme. Dora daba cada grito que pudo haberse revolcado, pero no
sé lo que le pasó a ella. No iba a atenderla, yo quería atender a los
marcianos”.
En ese estado retornó al interior de la vivienda. Fue
entonces cuando se levantaron todos. Su padre Antonio quería salir, pero Jolié
y Argentina se esforzaron para disuadirlo. Su madre, Teresa, miraba enceguecida
a través de la ventana. La luz daba la impresión de atravesar puertas y
paredes. Se trataba de una luz sin amplitud, de aproximadamente un metro de
diámetro.
Provenía de todos los objetos. “La luz era muy blanca
–indica–, encegueciendo de tanta claridad. No se apreciaban otras coloraciones.
Era una flota impresionante, más de siete. Tres próximos a la casa y cuatro en
las vías, según alcancé a contar. Era tal la cantidad de luces que quizás había
más; tanta iluminación que enceguecía, no se podía ver”.
Dibujo del aparato hecho por Nallibe Yolanda Moreno |
Un estado de nervios colectivo se había apoderado de las
cinco mujeres. Inclusive, Argentina “le pegó un sopapo a Jolié, algo así, ella
sintió un golpe en el rostro; de lo que gritaba le han dado una bofetada”.
Mientras tanto, Argentina decía “¡me van a llevar los marcianos al bebé!”;
tenía miedo y lloraba por su hija Victita. “Pero ninguna –dice Yolanda– hemos
tenido miedo (sic), la verdad. Si hemos vuelto sin llegar al aparato fue por
nuestros padres. Ninguno hemos tenido miedo” (sic).
“Yo enfrentaba a mis hermanas, me pedían que no saliera (…)
Mi madre lloraba y el papá viejito (fallecidos en 1977 y 1965,
respectivamente), pedían que no saliéramos. Y mis hermanas llorando,
recriminándome por mis padres. Pero estaban acá, en la propia casa: en la
esquina del jardín, en el gallinero, en la esquina del cerco, en las vías”.
Yolanda expresa su extrañeza porque Dora aparece con el
rostro enrojecido, a diferencia de los demás. “¿Será porque ella tenía miedo?”,
se responde a modo de pregunta. No obstante, Yolanda le aplica una pomada para
quemaduras (Pancután). Según Yolanda, la doméstica no fue, al parecer,
trasladada en ningún momento al hospital.
Como en varias partes del mundo se hablaba de platos
voladores, se dieron cuenta que de eso se trataba.
Antes de irse, todos los aparatos habrían encendido sus
reflectores, dando vuelta sobre sí mismos y dirigiéndose al cerro Medina
(situado a unos 20-25 kilómetros hacia el este). “Sin dar vuelta el vehículo,
los reflectores hicieron un giro y alumbraron todo”, nos refiere Yolanda. “Unas
dos horas hemos estado observando el cerro iluminado como una ciudad a lo
lejos; como una luz de un vehículo que se va”.
Trayectorias de escape de los objetos |
Luego se halló “una ceniza blanca” donde estaban los
aparatos. Yolanda reconoce que, pese a tener ciertas cualidades parapsíquicas,
no intuyó la presencia de aquel fenómeno, ni tuvo sueños alegóricos
relacionados con su experiencia.
Consultada sobre sus impresiones acerca de lo observado ese
21 de octubre, señala que “aunque vea yo remaches en las ventanas, es que no
son personas de acá, por la precisión del aparato, modo de desplazarse y
mantenerse suspendido, marcas, tenga la seguridad que son de otro planeta”.
En una modesta vivienda ubicada detrás de los galpones de la
finca, se encontraba el peón Huanca (fallecido en 1986). Sus hijos habían
salido. Uno de ellos, “Cucha”, es quien debía llegar en camioneta. Según
Yolanda, su padre también observó el fenómeno, pero le manifestó su deseo de no
declarar. Junto con el jardinero José Acosta se levantaron ante los gritos de
las mujeres, pero afirma que no han salido por temor.
EL TESTIMONIO DE ARGENTINA DE JESÚS MORENO DE CHÁVEZ
Nació: Trancas, provincia de Tucumán, 10 de junio de 1929.
Estudios: Magisterio. Cursó el primer año de Derecho, y
abandonó.
Aquel 21 de octubre había viajado de Rosario a San Miguel de
Tucumán, y desde allí lo hizo hasta Trancas. Le acompañaban sus dos pequeñas
hijas, Victoria y Nancy, estando grávida de su tercera niña, Cristina.
Llegó muy cansada, cenaron a temprana hora algo liviano, y
se recostó a leer unas revistas, mientras sus hijas dormían en la misma
habitación. De pronto, apareció Dora requiriéndola para ver lo que estaba
pasando, pero no le hizo caso, pues estaba interesada en su lectura y cansada.
Pero ella insistía, ingresando reiteradas veces en la habitación, a lo que
Argentina le respondió que se marchara, pues iría a despertar a sus padres,
quienes dormían profundamente desde hacía más de una hora. Dora le explica
entonces que Yolanda no sabe qué están haciendo en las vías.
“Yo pensé que iba a ver gente y que habría un vehículo del
ferrocarril, porque eso me había dicho
Dora: ‘Ahí hay gente que va y viene por
las luces de la vía’, dijo. Y le pregunté, ‘¿cuántas personas?’. ‘¡Ah,
muchísimas personas –dice Dora–, son como doscientos que van y vienen!, y cree
la niña Yolanda que están levantando las vías, haciendo sabotaje’. Ella veía
sólo las siluetas –continúa Argentina–, sin poder apreciar detalle alguno;
entonces recién me preocupé y me levanté”.
Estación del ferrocarril |
Cuando lo hizo, según la testigo, tanto su hermana como la
doméstica se habían ido a sus respectivos dormitorios. Dio la vuelta por detrás
de la casa, y al salir observó un fenómeno que no pudo comprender. Muy
asustada, retrocedió sin dar las espaldas hasta quedar a resguardo y entró
corriendo a los gritos. Despertó a sus padres, y alertó a todos diciendo estar
rodeada de platos voladores. “¡Oh, Dios mío!, estos son ovnis, me asusté mucho,
quédense todos tranquilos y quietos, nadie salga porque estamos rodeados de
platos voladores, les digo”.
Se trata de cinco luces que estaban sobre la tierra. “No sé
si estaban apoyados o qué, pero estaban ahí”, señala.
Posición del ovni principal y los restantes detrás de él |
Durante unos momentos permanecieron en el interior de la
finca, hasta que salió el padre al portón, pero con su hija tras él, le tomó
firmemente de la mano, mientras observaba con mayor atención, y le pidió
regresar, pues tenía angina de pecho. “‘No papi, no sabemos qué es eso, ¿si son
de otro planeta?... No sabemos si son buenos o malos’, le dije, volvamos por
favor”, y su padre atendió sus ruegos y razones.
Al ingresar nuevamente, Argentina cerró todas las puertas y
ventanas, permaneciendo allí, expectantes a lo que ocurría. A través de los
postigos observaban el desarrollo de las acciones.
Argentina tuvo la impresión de que había algo descompuesto,
pues se escuchaba por momentos una suerte de golpeteo (un ‘trac… tac’).
Sostiene la testigo que “era un ruido como de una máquina, un sonido suave:
‘trun-ca-tr’; era como una cosa que daba vueltas, algo así. ¡Era el de una
máquina que estaba en funcionamiento! No era ensordecedor y solamente lo hacía
el aparato que estaba cerca. No lo hacían los otros, de los que sólo se veían
las luces”. Argentina intenta precisar: “Eran luces grandes que se veían de
lejos. Luces nada más, blancas”.
En cierto momento, Yolanda salió con la doméstica y desde un
artefacto situado más próximo a la vivienda, “Lo que sí vi –dice
la testigo–, era una especie de fuego que uno prende, que arde. De a ratos lo
veía y de a ratos no. Eso sí, llegué a ver más llama en los que estaban más
distantes”, afirma resueltamente.
fueron encandiladas sorpresivamente, recibiendo “un golpe de luz”. Ahí se volvieron corriendo y no salieron. Tenía las luces apagadas y sólo se advertía la forma de unas ventanas de apariencia cuadrangular, oscuras en su interior. No se podía observar si tenía algún tipo de anillo que lo rodeara, u otros colores.
fueron encandiladas sorpresivamente, recibiendo “un golpe de luz”. Ahí se volvieron corriendo y no salieron. Tenía las luces apagadas y sólo se advertía la forma de unas ventanas de apariencia cuadrangular, oscuras en su interior. No se podía observar si tenía algún tipo de anillo que lo rodeara, u otros colores.
“Lo que yo vi –prosigue la testigo– era un aparato. Ahora
podría ser un aparato de acá también, pero me dio miedo porque dije ‘¡qué
aparato raro está ahí!, ¿quién está usando ese aparato? No sabemos quiénes
son”.
Sin embargo, Argentina no sabe precisar la forma que tendría
ese artefacto cercano, porque era tanto el vapor blanco que arrojaba por abajo
y de a ratos una llama, que no permitía distinguirlo. Lo que notaba estando
fuera –insiste– fue “ese ruido como una máquina suave, como un motor; como algo
que daba vueltas en aquel momento (‘chiqui-chiqui-chi’, algo así)”, sin lograr
acertar con su onomatopeya, aunque advertido por todos los azorados testigos.
Al preguntarle si podría tratarse de un artefacto de
manufactura terrestre, Argentina Moreno respondió: “Puede ser. Se ve que era un
elemento material. ¡Podría ser!, es muy factible”.
Cuando la luz las envolvió, Dora exclamó: “¡Ay, me
quemaron!”, llevándose las manos al rostro. Argentina se asustó, creyendo que
efectivamente la habían quemado y le pidió que retirara sus manos para
inspeccionar qué tenía, pero la doméstica se negaba y Argentina debió
retirárselas. “Entonces le pregunté: ‘¿Me mirás bien, me mirás a mí, sí?, ¿pues
qué te pasa?’. ‘Nada’, me responde. ¡Es que el calor le hizo asustar! Se ve que
la luz daba mucho calor. Cuando ellos enfocaban se nota que esa luz producía un
calor impresionante”. Esto parece haber sido corroborado por su hermana Yolanda.
Argentina también afirma que Dora no fue tumbada por la luz, ni tampoco
atendida en el hospital por presuntas quemaduras, como indica una versión,
aunque había quedado vivamente impresionada.
En esas circunstancias, ninguno de los perros que solían
andar sueltos por los patios, en la galería, ladró. Es más, no recuerda
haberlos visto. Pero sí escuchó a un animal (vacuno o caballar) que se
inquietó, así como las aves del corral, en particular las gallinas, que se
despertaron y empezaron a cacarear cuando desde el aparato más cercano se
dirigió un haz de luz blanca, sin bifurcación y de unos dos metros de diámetro,
hacia el corral. Cuando retiraron la luz, no se las escuchó más. Fue un haz
directo, instantáneo, que se mantuvo un rato alumbrando.
“Todas lo vimos, porque estuvimos por las ventanas
observando a través del vidrio, ¡y no sé de
dónde salió que atravesaban las
paredes! ¡No!, no es cierto. Nunca las atravesó”.
Los rayos lumínicos apuntaban a la finca |
-Roberto Banchs: Pero, ¿entonces no se iluminó el interior
de la casa, como se dijo?
-Argentina Moreno: Ah, por supuesto, se aclaró cuando vimos
eso. El haz de luz fue impresionante. Nosotros teníamos las ventanas vidriadas
y por ahí estuvimos observando. De a ratos alumbraban. Será para saber si
había… Es cuando resolví que cerraran todo, los postigos. ¡Todo! Pero nunca la
luz traspasó las paredes. El calor sí.
Después la familia continuó atisbando, y saliendo, pero
Argentina se fue a su dormitorio y de a ratos, entreabriendo las ventanas,
observaba el fenómeno esperando que se retirara.
Aunque ese día no había sido caluroso, la temperatura
resultó agradable. En cambio, durante el prolongado avistamiento –según relata–
parece haber sido muy elevada, pues las criaturas estaban transpiradas.
Argentina reconoce no haberse percatado por sí misma del aumento térmico,
debido al estado de nervios y temor que la embargaba, pero lo advirtió al ver
que los pequeños transpiraban profusamente. Les secaba las cabezas y les mudaba
de ropa, cuando sus hermanas exclamaron: “¡Bueno, se han ido!”. Entonces les
pidió que se quedaran tranquilas, pues ya no tenían por qué temer. Los niños
habían dejado de transpirar y continuaron durmiendo apaciblemente. Algo que la
testigo no pudo hacer durante una semana después del acontecimiento.
Desde que vio el reloj hasta que desaparecieron pasaron 40
minutos, aunque supone que pudieron haber estado desde hacía más tiempo. No
sabe cómo se alejaron, porque simplemente no los observó, pero pudo comprobar
que después “quedó todo tranquilo, nos tranquilizamos todos y así pasó”.
Sitio donde se movían las figuras |
“Lo que vi me impactó muchísimo –nos comenta Argentina–, y
ahí nació mi curiosidad por saber qué pasa con esto. Y me preocupa mucho. Como
yo lo he mirado en ese momento, dije ‘ese aparato está hecho acá, y de alguna
potencia’. Cuando lo vi pensé que nos podía pasar algo porque habíamos visto un
aparato de alguna potencia extranjera, que nos podría causar daño, a la familia . Eso pensé primero. Después me puse a analizar cómo esa luz, y cómo el
calor, y por qué esa noche estaba tan tenebrosa, y por qué no vinieron otra
noche clara. Y así empecé a analizar esas cosas”. También reconoce haber leído
por ese entonces de otras experiencias similares ocurridas en el país (por
ejemplo, el caso de Monte Maíz, Córdoba, el 11/12 de ese mismo mes) y en el
extranjero.
“Todos quedamos de acuerdo en no contarlo a nadie –señala–,
porque era una cosa muy rara. Mi hermana ‘Porota’ (Jolié) envió por la mañana
un telegrama, alegando que tenía miedo de dormirse. Hizo un telegrama por
ferrocarril a mi hermano, el abogado (Antonio), que estaba en Tucumán. El
ferrocarril lo pasó –como es su modalidad– de estación en estación. Cuando el
telegrama llegó a la ciudad, medio mundo ya conocía la noticia. ¡Mi hermano se
enteró antes que le llegara el telegrama a su casa! Supe que iría a tener
problemas, y así fue”.
UN ENCUENTRO CERCANO DEL TERCER TIPO
Dr. J.Allen Hynek |
En efecto, también Jolié Moreno advierte esa relación: “Mi
madre estaba desesperada y mis hermanas corriendo, mi hijo estaba durmiendo en
la camita, y transpiraba de tal manera que… Afuera esas luces, iluminando todo,
moviéndose inteligentemente y las figuras… Fue la misma película de Steven
Spielberg, ‘Encuentros cercanos del tercer tipo’ que, por otro lado, se
autorizó con la información que había de este caso. Autorizado por mí”.
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